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Mostrando entradas de noviembre, 2017

Paco Yunque

Paco Yunque es un niño provinciano, y de el cual el autor relata, lo que sería su cautiverio dentro de la escuela. Paco llega por primera vez a la escuela de mano de su madre, este se siente sorprendido al ver a su alrededor a tantos niños que juegan, ríen y saltan. Paco Yunque nunca había visto eso, por lo que estaba muy nervioso. Ya en el aula se produce una confusión por motivo de que Paco Fariña y Humberto Grieve pugnaban por decidir con quien se sentaría Paco Yunque, y por lo que el profesor se ve obligado a intervenir y mandar a Yunque con Fariña. Luego Paco y todos sus compañeros son testigos de cómo el profesor comete una gran injusticia al castigar al alumno Antonio Gesdres por haber llegado tarde y no castigar también a Humberto Grieve quien había hecho lo mismo. Pasado esto el profesor los puso a trabajar, así que les dejo una tarea para que realizaran de forma individual, todos trabajaban pero menos Humberto, quien en vez dibujaba peces, muñecos y cuadritos. Al llegar la ho...

EL VENCEDOR

Un incidente de manos en el recreo llevó a dos niños a romperse los dientes a la salida de la escuela. A la puerta del plantel se hizo un tumulto. Gran número de muchachos, con los libros al brazo, discutían acaloradamente, haciendo un redondel en cuyo centro estaban, en extremos opuestos, los contrincantes: dos niños poco más o menos de la misma edad, uno de ellos descalzo y pobremente vestido. Ambos sonreían, y de la rueda surgían rutilantes diptongos, coreándolos y enfrentándolos en fragorosa rivalidad. Ellos se miraban echándose los convexos pechos, con aire de recíproco desprecio. Alguien lanzó un alerta: –¡El profesor! ¡El profesor! La bandada se dispersó. –Mentira. Mentira. No viene nadie. Mentira... La pasión infantil abría y cerraba calles en el tumulto. Se formaron partidos por uno y otro de los contrincantes. Estallaban grandes clamores. Hubo puntapiés, llantos, risotadas. –¡Al cerrillo! ¡Al cerrillo! ¡Hip!... ¡Hip!... ¡Hip!... ¡Hurra!... Un estruendoso y confus...

ALFÉIZAR

Estoy cárdeno. Mientras me peino, al espejo advierto que mis ojeras se han amoratado aún más, y que sobre los angulosos cobres de mi rostro rasurado se ictericia la tez acerbadamente. Estoy viejo. Me paso la toalla por la frente, y un rayado horizontal en resaltos de menudos pliegues, acentúase en ella, como pauta de una música fúnebre, implacable... Estoy muerto. Mi compañero de celda liase levantado temprano y está preparando el té cargado que solemos tomar cada mañana, con el pan duro de un nuevo sol sin esperanza. Nos sentamos después a la desnuda mesita, donde el desayuno humea melancólico, dentro de dos porcelanas sin plato. Y estas tazas a pie, blanquísimas ellas y tan limpias, este pan aún tibio sobre el breve y arrollado mantel de damasco, todo este aroma matinal y doméstico, me recuerda mi paterna casa, mi niñez santiaguina, aquellos desayunos de ocho y diez hermanos de mayor a menor, como los carrizos de una antara, entre ellos yo, el último de todos, parado junto a l...